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24/08/2020
La pandemia mundial de la COVID-19 y la necesidad de confinamiento forzoso a la que nos hemos visto sometidos ha acelerado el cambio del modelo laboral clásico, que ha incorporado el teletrabajo en un tiempo récord.
Tiempo de lectura: 3 minutos
Teletrabajo
En la era precovid, antes de marzo, según estudios de IvieLAB, Instituto Valenciano de Investigaciones Económicas, el porcentaje de personas que trabajaban a distancia no alcanzaba el 5%. Sim embargo, la obligatoriedad de las medidas excepcionales de confinamiento decretadas a consecuencia del coronavirus ha elevado esta cifra al 34%.
Desde que se implementara el modelo del teletrabajo, se ha hablado largo y tendido sobre el futuro del trabajo presencial o en remoto. De hecho, sociedad y políticos se encuentran inmersos en un debate acerca de si es este el paradigma laboral del futuro.
Pese a que no es posible determinarlo por el momento, las encuestas realizadas, los análisis de expertos y el anteproyecto de ley con el que el Gobierno pretende regular las condiciones del teletrabajo dejan entrever un escenario en el que trabajar en remoto podría llegar a ser una posibilidad viable y beneficiosa.
451 Research, empresa dedicada a la analítica de inteligencia de mercados, ha llevado a cabo una encuesta de la que se desprende que el 67% de los encuestados confía en que las medidas de teletrabajo sean permanentes. Una cifra que se eleva al 77% según el estudio realizado por Adecco en 8 países europeos antes, durante y después de la pandemia.
Ejemplos de este nuevo modelo son empresas como Twitter y Square, que han ofrecido esta posibilidad a sus empleados, o la Comunidad de Madrid, que prevé ofrecer la posibilidad de teletrabajar a sus empleados en otoño y actualmente trabaja en las bases legales que regulen esta fórmula.
Por otra parte, el periodista David Blay, defensor y practicante del teletrabajo, afirma que las empresas se verían beneficiadas gracias a este nuevo modelo que les supondría un ahorro en sus alquileres, en las facturas de suministros, la limpieza y la renovación de material y mobiliario, entre otros aspectos. Incluso si llegasen a facilitar el equipo informático, el escritorio y la silla y tuviesen que participar en parte del gasto de electricidad de cada empleado.
En este sentido, el consultor jurídico, Israel Llavata, señala la importancia de regular adecuadamente estas cuestiones de material y suministros y que “no deben entenderse como un coste añadido para la empresa”, en declaraciones a Business Insider.
En línea con esto, el Gobierno presentó el pasado 26 de junio el anteproyecto de ley para la regulación del empleo en remoto, hasta ahora recogido en convenios sectoriales. Pese a tratarse de un borrador, el ejecutivo pretende establecer y diferenciar tres aspectos: el trabajo presencial, el teletrabajo (aquel que se desempeña en su totalidad o en su mayor parte en remoto) y el trabajo a distancia ocasional. Asimismo, el anteproyecto aborda otros aspectos esenciales del teletrabajo como su carácter voluntario, el reparto de costes, la flexibilidad horaria y el derecho a la desconexión digital que permita separar la vida laboral de la profesional.
Sin embargo y con motivo del parón estival, pese a las distintas reuniones de la denominada mesa de diálogo social, parece que las negociaciones por el asunto del teletrabajo no se verán cerradas en este mes, teniendo que esperar al final del periodo vacacional.
Uno de los principales escoyos ante la implantación del teletrabajo es el presentismo laboral y el miedo de las empresas a que este sistema pueda provocar una bajada de la productividad al haber un menor control directo sobre el cumplimiento del trabajador. El propio gobernador del Banco de España, Pablo Hernández de Cos, ha advertido de que el trabajo en remoto puede tener “efectos negativos” en la productividad y hay que analizar su repercusión en los patrones de consumo, según recoge El País.
Un asunto, el de la productividad, que no siempre está tan claro. Sirva de ejemplo el caso de Josh Harcus, que recoge The New York Times, en un este extenso análisis por medio de entrevistas. Harcus, un vendedor de robótica destinada a la limpieza de grandes superficies, dedicaba alrededor del 80% de su jornada a viajar por todo el país presentando su producto en empresas. Durante el confinamiento y con la ayuda de sus compañeros de trabajo, elaboraron un fondo de pantalla para Zoom que mostraba en bucle el funcionamiento del robot Whiz. El resultado: unas ventas que sorprendieron a toda la empresa.
El trabajo por objetivos es precisamente un punto importante, tal y como señala el investigador de la escuela de negocios Esade Business School, Oriol Cremades. Él mismo señala la importancia de establecer una jornada laboral que se conjugue con el cumplimiento de objetivos para poder garantizar la productividad, explica al diario El País. El investigador añade, además, que un excesivo control por medio de videollamadas puede ser perjudicial para las relaciones laborales además de fomentar el presencialismo.
Por último, y al hilo del exceso de videollamadas, ya ha surgido la denominada “fatiga de Zoom”, que los expertos han definido como el cansancio que se siente tras un uso intensivo de cualquier aplicación de videollamadas, y que se desarrolla por el sobreesfuerzo que realizamos para estar pendientes de la quinésica corporal que no podemos percibir como en la realidad o porque debemos estar siempre pendientes de la pantalla para no parecer descorteses.
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