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27/11/2017
El próximo martes Bankia cumplirá su quinto aniversario desde que se aprobó el plan de reestructuración y presentamos nuestro primer plan estratégico. Han sido cinco años complejos, en los que hemos tenido que tomar decisiones difíciles, y en ocasiones dolorosas, para convertirnos en lo que hoy somos: uno de los mayores grupos financieros de España, líder en eficiencia y también en solvencia.
Tiempo de lectura: 8 minutos
José Ignacio Goirigolzarri
Presidente de Bankia
En todo este tiempo hemos trabajado duro, y así seguiremos haciéndolo, guiados por el único propósito de generar el máximo valor para nuestros accionistas y el resto de grupos con los que nos relacionamos. Sabemos que solo de esta forma conseguiremos devolver las ayudas y la confianza que recibimos de todos los contribuyentes. De toda la sociedad.
El trabajo realizado nos ha permitido avanzar en el proceso de devolución de ayudas y, hasta la fecha, hemos generado para el Estado un total de 1.838 millones de euros en una operación de desinversión y en la distribución de dividendos con cargo a los beneficios de Bankia. No hay que olvidar, además, los cerca de 5.000 millones de euros que Bankia ha devuelto a preferentistas y accionistas minoritarios que acudieron a la salida a Bolsa del banco, y que Bankia vale hoy en Bolsa más de 11.500 millones de euros, de los que alrededor de 7.700 millones siguen aún estando en manos del Estado.
Cada uno de los aniversarios, que en Bankia celebramos con orgullo por la transformación que ha supuesto para el banco, se vuelve a poner en el debate público la cuestión de la devolución de ayudas de la banca. O, dicho de otra forma, si con la visión de hoy todavía sigue estando justificado el rescate financiero que necesitaron algunas entidades españolas. Como ocurre con la mayoría de cuestiones complejas que nos rodean, no es fácil ni justo responder con un simple Sí o No y, por ello, me gustaría utilizar este canal para compartir algunas reflexiones acerca de lo que ha significado el rescate de Bankia y lo que hubiera pasado de no haber ocurrido.
Si queremos llegar a comprender realmente el proceso por el que las ayudas fueron recibidas por la banca, el punto de partida quizá está en entender por qué se rescata un banco y a quién se rescata.
Muchos han cuestionado -y lo siguen haciendo- que las ayudas fueron dirigidas a salvar a los banqueros, a los accionistas y a los empleados del banco. Sin embargo, nada de esto sucedió: el salvamento no benefició a los consejeros de Bankia, que fueron cesados sin recibir ninguna indemnización e, igualmente, el banco eliminó alrededor de 800 puestos de consejeros de la enorme red de filiales que se heredó del pasado, sustituyéndolos por profesionales del banco, con el consiguiente ahorro de siete millones de euros anuales en dietas.
Tampoco fueron rescatados los accionistas, que perdieron tristemente todo su capital invertido. Y de ninguna manera el rescate fue destinado a proteger a los empleados del banco que, desgraciadamente, tuvieron que sufrir un doloroso ajuste con una drástica reducción de la plantilla y de sus condiciones económicas.
Así que, el plan de rescate de Bankia se diseñó con el único y legítimo propósito de salvar a las personas. A los depositantes del banco que, como todo el mundo sabe, tienen un seguro sobre los primeros 100.000 euros depositados en cualquier banco, bajo el sistema de protección del Fondo de Garantía de Depósitos (FGD).
Si Bankia no hubiera sido rescatada, este fondo habría tenido que hacer frente a 60.580 millones de euros de los depositantes de la entidad, cantidad que supone prácticamente el triple del dinero público que efectivamente se inyectó en Bankia (22.424 millones de euros), importe que en aquel momento no tenía el FGD.
¿Quién hubiese aportado ese dinero?
¿Y qué hubiera pasado con el resto de depósitos por valor de más de 52.000 millones que no estaban cubiertos por el Fondo? Lo hubieran perdido todo.
Dejar caer a Bankia hubiese significado también la extinción de más de 21.000 puestos de trabajo, con el impacto directo e indirecto que ello hubiera significado en términos de consumo, recaudación tributaria, cotizaciones sociales y, en definitiva, dinamismo de la economía.
Hay quien ha argumentado que muchos de estos impactos provocados al dejar caer a Bankia se hubiesen mitigado con la propia liquidación de la entidad. Frente a esta argumentación hay dos aspectos que se deben considerar.
El primero es que la liquidación de un banco del tamaño de Bankia hubiera generado una gran inestabilidad en todo el sistema. Esta es la razón por la que no conozco ninguna experiencia de este tipo en un banco comercial de una dimensión relevante. Y si esto es así siempre, lo es especialmente en una situación de debilidad del sistema bancario como la que había entonces en España.
El segundo aspecto a considerar es la enorme dificultad de este tipo de operaciones. Efectivamente, la liquidación de un banco de estas características significa una enorme pérdida de valor y exige unos niveles de liquidez adicionales que es difícil saber quién los iba a proveer.
La cuestión de si fue oportuno o no el rescate también debe abordarse desde un punto de vista macroeconómico. En el momento del rescate, la prima de riesgo de España -la diferencia entre el coste de financiación de un país respecto a otro considerado libre de riesgo, en este caso Alemania- cotizaba por encima de los 600 puntos. Por aquel entonces ese elevado coste de financiación estaba asociado a la incertidumbre sobre la salud del sistema financiero español y, en este sentido, el paso de los años y la evolución de este indicador ha demostrado la oportunidad y acierto del plan de salvamento. Y, aunque el descenso de la prima de riesgo no se justifica únicamente por la mejora del sistema bancario, éste fue (y sigue siendo) clave en su evolución. Nuestra prima de riesgo hoy oscila en los entornos de 110/120 puntos básicos.
Es importante subrayar que la prima de riesgo no es un concepto etéreo, sino que afecta de manera directa a los ciudadanos desde, al menos, dos perspectivas.
Por un lado, fija el coste de financiación de un país, es decir, lo que pagamos en intereses a través de nuestros impuestos. Por cada reducción de 100 puntos básicos de la prima, los contribuyentes españoles nos ahorramos alrededor de 10.000 millones de euros anuales en el pago de intereses, lo que supone que en dos años se consigue compensar el importe de las ayudas públicas inyectado a Bankia. ¿Qué hubiera pasado con la prima de riesgo si no se hubiera rescatado al sistema financiero español? ¿Cuál hubiera sido el coste final para el contribuyente?
Por otro lado, el aumento del coste de financiación de un país tiene una repercusión directa en el coste de financiación de sus empresas y ciudadanos. A finales de 2012, el interés medio que pagaba una pyme española por un crédito de hasta un millón de euros era del 5,1%, frente al 2,9% que pagaban las empresas de países como Alemania, Austria u Holanda, según los datos del Banco de España. Hoy las pequeñas empresas españolas pagan unos intereses inferiores a las alemanas (2,5% vs 2,6%), lo que resulta clave para su competitividad. Y similares reflexiones caben aplicar a la financiación para la compra de viviendas, donde los españoles tenemos hoy las segundas hipotecas más baratas de Europa tras las finlandesas.
Estos son los contrafactuales a los que nos enfrentamos a la hora de analizar el rescate de la banca en España.
El rescate a Bankia tuvo, por tanto, unos efectos directos en la actividad del propio banco, en la economía española y en sus ciudadanos que deben tenerse en cuenta a la hora de abordar este complejo debate. Garantizar la existencia del banco con aquella decisión ha significado mantener el empleo de 13.500 personas, dando continuidad a una actividad que solo en el último año ha tenido una contribución al PIB español de más de 4.600 millones.
Y ha permitido también mantener un competidor en el sector financiero español que sirve a las familias y empresas con una oferta más diversificada y equilibrada para apoyar el crecimiento de nuestra economía.
La cuestión del rescate, por lo tanto, no debe abordarse como un juego de suma cero. Todos los factores que he descrito deben llevarnos a la reflexión de que el de Bankia ha sido positivo para la economía española y sus ciudadanos. O que, al menos, su no rescate hubiera supuesto una factura mucho más alta y dolorosa para todos.
Bankia es hoy una entidad completamente distinta de la que apeló a la solidaridad y apoyo de todos los contribuyentes. Hemos trabajado y continuamos trabajando para generar el máximo valor y aumentar todo lo posible la devolución de ayudas. Pero, con independencia del saldo final que resulte de la completa privatización, el rescate a este banco solo puede entenderse como una decisión positiva para España. Sigamos trabajando.
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