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17/02/2021
Tiempo de lectura: 3 minutos
Para ponernos en situación, tomaremos como ejemplo el reciente caso de principios de año. El viernes, 8 de enero de 2021, el precio de la electricidad marcó una media diaria cercana a los 95 euros por MWh, el registro más alto desde 2002; en concreto, el pico más alto se alcanzó en la franja horaria entre las 21 y las 22 del sábado 9, cuando el precio llegó a los 121,24 euros/MWh. Todo esto se tradujo en una subida del 6% con respecto a 2020, pero de un 19,3% en comparación a las facturas medias de enero del pasado año.
En lo que respecta al gas, el Ministerio para la Transición Ecológica y el Reto Demográfico cifra el incremento medio en los primeros días de este año también en un 6%, resultado de una subida del precio hasta superar los 100 euros por MWh en alrededor de la mitad de las franjas horarias. En este caso, el pico ha alcanzado los 108,97 euros por MWh en la franja horaria entre las 20.00 y las 21.00. Se trata de la primera subida del gas tras 19 meses seguidos de descensos.
Estas subidas no han sido fruto de la arbitrariedad decisional de alguna persona o entidad, sino que se debieron a la demanda y a la capacidad de producción de otros tipos de energías durante los meses más fríos, entre otros factores. Pero estas razones son, en realidad, las mismas cada vez que el precio de estos suministros fluctúa.
Ante todo, el precio del gas está directamente ligado al del petróleo, que ha pasado de 47-50 dólares por barril a finales de diciembre, a los actuales 55-58 dólares, como consecuencia de la decisión de Arabia Saudí de disminuir su producción en un millón de barriles. Así, ante un precio al alza, tendremos que comprobar el estado del crudo.
En segundo lugar, no se puede olvidar el recargo impuesto por la Unión Europea a este tipo de combustible a causa de sus emisiones de CO2, para hacer frente al cambio climático y como medida para alcanzar los objetivos establecidos en el Acuerdo de París.
Por otro lado, si bien es cierto que la energía eólica es la renovable estrella de España (constituyó el 21,7% del récord alcanzado el pasado 2020 en producción de energía verde que supuso el 43,6% del total nacional), y que esta tiene la particularidad de incrementar su producción en los meses de otoño e invierno, también lo es que estos dependen de las condiciones climáticas y, si estas son adversas, su producción se ve mermada.
Además, la fotovoltaica, que siempre registra descensos en los meses de otoño e invierno debido a la reducción de horas de sol, ha sufrido una bajada todavía más intensa a causa de los días de nieve, en los que los cielos estuvieron cubiertos prácticamente todo el día.
Así, pues, según informó el Ministerio para la Transición Ecológica y el Reto Demográfico, el precio de mercado del gas aumentó un 21,7% y con ello la demanda de electricidad, que a su vez disparó el precio de esta.
Otro factor clave en la subida de precios es la gran dependencia de España de proveedores gasísticos para hacer frente a la incapacidad productiva nacional. Según datos de 2019 nuestro abastecimiento procede de 15 países entre los cuales se encuentran Catar, Noruega, Trinidad y Tobago y Francia. Los primeros datos correspondientes al 2020 indican que de Argelia, tradicionalmente nuestro mayor proveedor, procedió casi la mitad del total del gas natural (49,2%), seguido a gran distancia por Rusia (13,9%) y Estados Unidos (9,9%).
Al hilo de esto último, cuando se registran picos de demanda en los mercados internacionales, esto se refleja en el encarecimiento de la materia en oferta, lo cual, inevitablemente, afecta a las facturas de los hogares.
Si quieres estar informado sobre el precio del gas actual y la previsión a corto plazo, te recomendamos acudir a MIBGAS.
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15/02/2021
Tiempo de lectura: 5 minutos
Un año de Covid en los mercados
Es obvio que 2020 ha sido un año difícil y complejo para todos, dramático para muchos. También para la gestión de carteras, de fondos perfilados o para el asesoramiento, que han tenido que lidiar con la elevada incertidumbre provocada por el hecho extraordinario de la pandemia de la covid- 19. Interpretar correctamente las sorpresas, con calma y profundidad, se ha reafirmado como una de las claves para el éxito. La contemplación del universo de inversión a una escala global, en geografías y clases de activos, ha sido otro elemento fundamental.
En este post repasamos la interpretación de lo sucedido en el año desde el punto de vista de la gestión o el asesoramiento de carteras de inversión.
Hay que remontarse algunos años atrás para entender el momento en el que surgió la terrible sorpresa de la pandemia. El ejercicio 2019 fue muy positivo, con subidas del precio de las acciones en todos los mercados, que venían a compensar sobradamente las caídas de 2018, cuando la guerra comercial y la tensión geopolítica originada por la nueva presidencia de EEUU generaron la máxima incertidumbre sobre la continuidad de la globalización que había guiado el crecimiento mundial en las tres décadas previas.
Nosotros interpretamos entonces que las caídas de 2018 no eran sostenibles y la recompensa vino en 2019. A pesar de la guerra arancelaria, ese año recuperó con creces lo perdido en 2018, conforme la evidencia mostró que el mundo seguía creciendo con fuerza, a pesar de los nuevos aranceles, y que el objetivo de la guerra comercial se circunscribía a China.
Se iniciaba así 2020, en un clima bastante optimista basado en la capacidad de resiliencia de la economía global, con EEUU y China a la cabeza, la UE lastrada por el proceso de Brexit y la herencia de la crisis del euro; y los temas de arquitectura institucional siempre pendientes.
Pero en febrero surgió la sorpresa de la extensión del coronavirus a Europa y después, a todo el mundo. La respuesta de las bolsas fue un descalabro inicial (febrero y marzo de 2020) del 34% en EEUU y del 38% en la Euro Zona, en solo cuatro semanas, conforme se conocía la extensión de la enfermedad y su carácter letal. Los tipos de interés de largo plazo bajaron fuertemente en EEUU y en las demás áreas, hasta niveles inconcebibles. Algo que no tenía precedentes y era resultado de la extensión del pánico en los mercados ante una sorpresa que rompía con la hoja de ruta marcada del consenso previo.
Tras un análisis profundo, tratando de no dejarnos llevar por el nerviosismo del mercado, apostamos por que éste descontaría pronto la verdadera naturaleza de esta sorpresa: el carácter temporal del shock, que implicaba la necesaria paralización de una parte de la economía hasta reconducir los contagios a límites que frenaran el peaje de las muertes y no colapsaran el sistema sanitario, "ganando tiempo" hasta la generación de las vacunas eficaces contra la covid-19, que en última instancia terminarían con el episodio, pero que precisarían de fuerte inversión en investigación y tiempo de pruebas para su aprobación y planes de vacunación masiva.
Así fue la pauta del resto del año. Gradualmente, y a pesar de las distintas olas de contagio que se sucedían, a pesar del sufrimiento humano de la persistencia de la pandemia, el mercado comenzó a recuperar niveles, para terminar en positivo en países como EEUU y China, aunque no resurgió del negativo en otros, como Europa o España.
Las expectativas que cristalizan en los precios cotizados comenzaban a anticipar así el final de la pandemia, sobre todo a partir del cambio cualitativo de la testación de las primeras vacunas tras el verano y, en paralelo, volvían a poner el foco en las tendencias subyacentes de las economías.
La pandemia es un shock temporal de larga duración, que ha puesto a prueba no solo los sistemas de salud pública de todos los países, sino también las economías y la capacidad de las políticas económicas. También la gestión de activos y de carteras de inversión.
Algunos elementos clave a analizar y prever están siendo los siguientes:
A mediados de los años 80, el mundo entró en una fase larga de transformación de los aparatos productivos y de las empresas, fundamentalmente basado en la tecnología y la globalización de la producción: las cadenas de valor globales o la economía de plataforma son ejemplos de cambios con gran repercusión en los resultados y el entorno competitivo. El desarrollo de esta transformación pone un común denominador a los ciclos más cortos que se han ido sucediendo desde entonces.
Ahora, las tendencias de largo plazo también han seguido su curso y no se han visto alteradas -antes bien, se han acelerado-- por un episodio extraordinario y temporal como la pandemia. Siguen marcando una base positiva para las acciones cotizadas a escala global, aunque con efectos muy diferentes dependiendo de la capacidad de adaptación de cada una.
Además, varios cambios geopolíticos de calado han tenido lugar mientras la pandemia acaparaba los focos, con una contribución también positiva:
Pensamos que 2021, con las vacunas en proceso de aplicación masiva, será un año de fuerte recuperación de las economías y de los beneficios empresariales. Ello podría dar continuidad a las subidas de las bolsas y especialmente a las europeas y la española, que quedaron rezagadas por la alta sensibilidad de los países mediterráneos a los flujos masivos de turismo internacional y nacional.
Mientras, las tendencias subyacentes seguirán su curso, favoreciendo a los países que mejor se han ido posicionando en tecnología y medioambiente. Hasta ahora, EEUU y China han liderado el salto tecnológico. Ahora es el tiempo para la Unión Monetaria, seguramente con el impulso de su plan de recuperación. Además, es previsible un avance en el comercio internacional, con conflictos que volverán a gestionarse más multilateralmente. En este contexto, habrá una mayor convergencia en crecimiento a lo largo del año, sobre todo, cuando se restaure la movilidad internacional de personas.
Las políticas fiscales y monetarias mantendrán previsiblemente el rumbo en 2021, hasta consolidar la recuperación, por lo que estamos ante un año que supondrá un gran cambio positivo. Esto favorecerá la renta variable, por lo que seguimos apostando en nuestras carteras gestionadas y en los fondos perfilados por un peso ligeramente sobre ponderado para las acciones.
Será también año de ascensos de tipos de interés de largo plazo, en EE.UU. sobre todo, pero creemos que serán suaves. Por eso, estamos reduciendo el peso de los bonos gubernamentales americanos más largos en duración en las carteras.
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12/02/2021
Tiempo de lectura: 4 minutos
Paisaje después de la batalla
Director de Estudios de Bankia
Por tanto, se retrasa el momento de despegue de la economía, muy ligado al avance en la vacunación, aunque el punto de llegada no cambia en demasía, pues se estima una recuperación de los niveles de PIB perdidos a finales de 2022.
Sin embargo, países como España e Italia deberán esperar hasta 2023 para volver a la producción de bienes y servicios de finales de 2019, pese a la mejora de las previsiones de crecimiento para nuestro país, tanto en 2021 (5,6% frente a 5,4%), como en 2022 (5,3% frente a 4,8%).
Esa asimetría de la recuperación puede ser uno de los principales riesgos de cara a los próximos 18 meses, cuando además se va a reformular todo el marco de la política económica en Europa, tanto por la revisión estratégica del BCE, como por la actualización del Pacto de Estabilidad y Crecimiento. Finalmente, entre los riesgos del escenario, Bruselas alerta del posible aumento de las quiebras empresariales, especialmente en los sectores más afectados por las restricciones (recreativos, hostelería o restauración); no en vano, el Banco de España recordaba esta semana que el 40% de las empresas se encuentra en una situación financiera vulnerable (27 puntos más que un año antes).
Más interesante es la visión de medio plazo que incorpora el Monitor Fiscal publicado por la Comisión Europea. Una vez abierto el debate sobre una posible condonación de la deuda pública en manos del BCE, desde Bruselas nos recuerdan la magnitud del problema fiscal que deberemos afrontar el día después de la pandemia y, por tanto, la necesidad que tendrán buena parte de los países de la UEM de seguir recibiendo la respiración asistida del BCE. En el caso de España, se valora la posición fiscal como de elevado riesgo a corto y medio plazo y de riesgo medio a largo plazo. Esto es así, porque en el escenario central, la deuda pública española seguirá creciendo durante toda la década y alcanzará el 141,2% del PIB en 2030, 20 puntos más que el nivel actual. Entre otras razones, porque el saldo público primario de España no logrará equilibrarse a medio plazo, pues desde un máximo del -9,9% el pasado año, sólo a partir de 2025 comenzará a bajar de una forma relevante (-4,7%), aunque hasta 2031 no será inferior al 2%. En la misma línea, se estima que el déficit primario estructural se situará, en media, cerca del 3% a lo largo de esta década.
Mención especial merece el apartado de crecimiento potencial pues, según los cálculos de la Comisión Europea, en el caso de la economía española no se moverá del 1% hasta 2031, lo que en buena parte explica las dificultades para conseguir un cambio de tendencia en el comportamiento de la deuda pública. Por tanto, cuando termine la crisis, España afrontará un problema de bajo crecimiento potencial que afectará a la sostenibilidad fiscal. Eso implica la necesidad de conseguir la máxima eficiencia en la utilización de los fondos procedentes de Europa y de acompañarla tanto de las reformas económicas, tantas veces postergadas, como de un plan de sostenibilidad fiscal. Mientras tanto, hay que cruzar los dedos para que el BCE siga manteniendo unas condiciones financieras tan favorables como las actuales. Sólo algunos datos para recordar como la autoridad monetaria europea nos ha hecho la vida más fácil en la última década: el tipo de interés medio de la deuda en circulación española se situaba en 2012 en el 3,90% y, actualmente, está en el 1,85%, mientras el coste medio de emisión pasaba del 3% en 2012 al -0,08% actual. El resultado es que estamos pagando por el servicio de la deuda prácticamente la misma cantidad que hace 8 años, cuando el stock ha aumentado en casi medio billón de euros. De momento, el debate sobre la condonación de la deuda en poder del BCE ha sido ignorado por el mercado, a la vista de la ausencia de reacción de los tipos de interés interbancarios y de la deuda pública durante esta semana. Otra cuestión será su influencia en el debate sobre el futuro de los programas de compra de activos, teniendo en cuenta las reticencias que provocan entre varios miembros del Consejo. La clave es si se terminarán incorporando o no a los instrumentos convencionales de política monetaria.
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10/02/2021
Tiempo de lectura: 4 minutos
Original y copia
Innovar es una de las claves a la hora de sentar los cimientos de un proyecto empresarial. Ser el primero en ofrecer un servicio o en comercializar una idea supone un impacto en el mercado que ya ningún otro podrá conseguir. Es lo que el profesor Ash Maurya define en su obra 'Running Lean' como ventaja de salida.
Por ello, son muchas las ayudas que se ofrecen a empresas innovadoras. Sin embargo, la innovación por sí sola no es garantía de nada, y son muchos los casos en los que, por distintas razones, la copia mejoró la idea y desbancó al original en el mercado.
Transformar el producto hasta perfeccionarlo es el secreto de algunos casos históricos. Uno de ellos es el de Hydrox, que en 1908 ideó un novedoso modelo de dos galletas de chocolate tipo sándwich rellenas de crema. Cuatro años más tarde, la marca Oreo imitó el modelo, pero perfeccionándolo, ya que confeccionaron un relleno más dulce y de sabor más fuerte y una galleta más crujiente, que no se deshacía tan fácilmente en la leche. La copia terminó convirtiéndose en la galleta más vendida de la historia.
Otro ejemplo es el de Kiddikraft, un set de construcción para niños con ladrillos de plástico ideado por el británico Hillary Page en 1939. Diez años más tarde, un carpintero danés replicó la idea bajo el nombre de Lego mejorando el sistema de ladrillos con ranuras laterales de Page. Lego eliminó las ranuras e incluyó unas protuberancias flexibles huecas moldeadas en la base. Esta mejora fue la clave para popularizar el juguete en todo el mundo.
Es la empresa quien debe adaptarse al mercado, y no al revés. Un ejemplo claro lo encontramos en The Landlord's Game, un juego de tablero creado en 1903 por la escritora Elizabeth Magie. Se trataba de un camino de la vida en el que su creadora pretendía moralizar frente a los sistemas monopolistas de la economía de su época. Treinta años después, un vendedor de calefactores llamado Charles Darrow patentó una versión de este juego a la que llamó Monopoly. Su sistema de juego se centraba sólo en ofrecer al jugador la posibilidad de alcanzar la máxima fortuna posible. El éxito fue arrollador, convirtiéndose en uno de los juegos de mesa más conocidos del mundo.
Otro ejemplo es el de McDonald's. Ray Crock era un vendedor de batidoras que, tras su visita al pequeño, pero exitoso, restaurante de San Bernandino (California) dirigido por los hermanos Dick y Mac McDonald, quedó fascinado por el modelo de negocio y la efectividad con la que se trabajaba allí. El comercial de batidoras no se lo pensó dos veces y quiso llevar la hamburguesería más allá. Sin embargo, los hermanos establecieron una condición muy clara: no modificar el espíritu del negocio.
El acuerdo duró poco. Ray Crock fundaba en 1961, sin el permiso de los hermanos, McDonald's Corporation, cambiando por completo las condiciones pactadas y obligando a los fundadores a firmar un acuerdo de cesión de derechos con el cobro anual del 0,5% de los beneficios, una suma que jamás llegaron a recibir. Pero la historia termina con un último golpe, cuando Ray Crock dispuesto a arrebatarles el local original de San Bernandino, decide inaugurar un McDonald's justo en la calle de al lado, llevando a la ruina la aventura empresarial de los hermanos.
Otras empresas alcanzaron el éxito con un producto similar al de la competencia, pero haciéndole la vida más fácil al consumidor.
Fue el caso de Magnavox, la primera videoconsola doméstica de la historia, que quiso convencer de que el sistema solo funcionaba con sus propios televisores, para ampliar ganancias. La confusión que generó en el público la campaña de publicidad con la que se promocionada fue aprovechada por Atari, que unos meses después protagonizó el primer boom comercial de videoconsolas.
El mismo error cometieron en 2002 los creadores de Friendster, el precedente de Facebook. Pensaron que, al ofrecer una aplicación única, podían establecer reglas férreas, prohibiendo o limitando muchos comportamientos o tipos de uso. Sólo dos años después, Facebook demostró que el modelo era el opuesto. Por ejemplo, cuando detectó que había grupos de personas en un mismo perfil, creó la funcionalidad de los grupos; o cuando detectó que se usaban los grupos para convocar citas, creó la funcionalidad eventos. Esta adaptabilidad ha convertido a Facebook en uno de los líderes mundiales del mercado digital.
Otro ejemplo es Yahoo!, que en 1996 se convirtió en el rey de los buscadores. Tal fue su nivel de usuarios, que sus creadores decidieron llenarse los bolsillos inundándolo de publicidad. Dos años después, Google nació con una vocación distinta, y centró sus esfuerzos en mejorar constantemente su algoritmo de búsqueda. El resultado es sobradamente conocido.
Una de las formas más prácticas para evitar ser desbancados por emuladores es patentando la idea. No obstante, el profesor Maurya considera que la mejor fórmula es la que él denomina ventaja competitiva injusta, que hace que las marcas originales sean insustituibles por contar con información privilegiada, autoridad personal, clientes ya existentes... Es el caso de grandes marcas como Coca-Cola o Disney.
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09/02/2021
Tiempo de lectura: 3 minutos
Día de Internet Seguro
Con el objetivo de promover un uso seguro y positivo de las tecnologías digitales, especialmente entre niños y jóvenes, el 9 de febrero se celebra en todo el mundo El Día de Internet Segura, "Safer Internet Day" (SID por sus siglas en inglés).
Y es que, aunque ya hace muchos años que el uso de internet es algo de lo más habitual, debemos ser conscientes de nuestra vulnerabilidad cuando navegamos por la red y recordar las principales precauciones que, como usuarios, debemos tomar para protegernos de los ciberataques.
No caigamos en tópicos, los ciberdelincuentes no son hackers que se ocultan en sótanos que mientras se dedican a llevar a cabo sus fechorías. Nada más lejos de la realidad. Existen organizaciones que trabajan como empresas y contratan programadores que, a cambio de una nómina, llevan a cabo ciberataques.
Pero ¡no te preocupes! Para protegerte de ellos no te hará falta recurrir al FBI. Será suficiente con tener en cuenta unos tips muy básicos que te mantendrán a salvo:
Y lo más importante, por muy sofisticados que sean, la tecnología y los protocolos de seguridad siempre dependerán de nosotros, ¡los humanos! En nuestra responsabilidad está el poder disfrutar de un internet seguro.
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