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15/02/2016
Coches eléctricos
La pregunta no es casual: hasta el momento el coche eléctrico apenas ha pasado los límites de las ciudades. Allí donde acaba la circunvalación de las grandes urbes se acaba también su universo: la autonomía y la carencia de infraestructuras de recarga son las responsables de esta situación.
Por eso, el nuevo programa de ayudas a la movilidad con energías renovables, Plan Movea 2016 del Ministerio de Industria, contempla destinar 3,3 millones (sobre un total de 13,3 millones) a subvencionar la instalación de puntos de recarga.
El resto del dinero se distribuirá entre los compradores de vehículos híbridos y eléctricos: desde 200 euros por la adquisición de bicicletas eléctricas hasta los 20.000 de autocares y grandes camiones híbridos. Todo ello con el objetivo de que las cifras de ventas, aún pequeñas en términos absolutos, sigan aumentando. Porque su progresión no es mala, pero es insuficiente: en 2015 fueron apenas el 2% del total sumando también a los híbridos.
El coche eléctrico está encontrándose, en su crecimiento, con un tope: el máximo de kilómetros que puede recorrer sin repostar, que solo en los coches de alta gama de este subsector puede llegar a los 500. El resto, que son la práctica totalidad de los que se venden en España, tienen una autonomía que raramente supera los 100 kilómetros. Son vehículos concebidos para un uso urbano –de casa al trabajo y vuelta, para recargarse durante la noche- no para trayectos de media o larga distancia.
Aunque la situación es distinta en cada país (Noruega lidera el ranking mundial con una cuota de mercado del 20%) varias pinceladas más plantean dudas sobre su evolución: Tesla, la marca puntera y de referencia en el segmento, acaba de presentar sus resultados de 2015 con una sonora decepción; el factor del combustible es esencial en la competitividad de estos vehículos y los bajos precios del petróleo favorecen a los carburantes fósiles. Si se comparan estos resultados con los pronósticos que se hicieron en el periodo 2005-2010 sobre el nivel de implantación previsto a estas alturas, el resultado es que las previsiones estaban sobredimensionando su evolución.
Y sin embargo… Hay muchos sinembargos que matizan ese escenario sombrío para el vehículo eléctrico. A su favor juegan, por supuesto, la demanda social y la presión de la opinión pública: todos queremos tener ciudades con menos polución y disfrutar de un transporte más diverso y sostenible.
También, que la tecnología que reside en estos vehículos funciona por escalones: se producen saltos espectaculares seguidos de un largo llano, porque aún está inmadura y pasan años desde que un avance se traslada del laboratorio a las carreteras. Incluso la cuestión del petróleo puede ser apenas un bache: su precio es coyuntural y en algún momento volverá a subir, pero el viraje global hacia las energías renovables no tiene marcha atrás. Porque no hay otro planeta, con o sin petróleo, en el que sepamos vivir.
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