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14/02/2018
Si pensamos en el planeta como un sistema único es fácil llegar a ese punto de desencuentro entre nuestra economía de consumo y la cantidad limitada de los recursos biológicos. Para responder a este reto, la UE apuesta por la bioeconomía.
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Este término tiene un origen académico. Se considera que su padre es el matemático y economista rumano Nicholas Georgescu-Roegen, quien, en los años 70, vinculó la termodinámica y la economía en su obra ‘La ley de la entropía y el proceso económico'.
Física y economía unidas para explicar que en las transformaciones de productos y de energía que practicamos los humanos con nuestra actividad hay siempre una merma, una porción que se pierde y que genera residuos, y que en un planeta de recursos limitados, este modo de actuar provoca problemas económicos y ambientales.
Pero desde entonces hasta ahora, el término se ha mezclado con otros como economía circular y economía ecológica perdiendo parte del sentido original que le dio Georgescu-Roegen, que se oponía a que el crecimiento fuese la meta de la economía y reclamaba la necesidad de reducir drásticamente el consumo de productos y energía.
La UE considera que "el término de bioeconomía significa una economía que utiliza los recursos biológicos de la tierra y el mar, además de los residuos, como insumos para la producción de alimentos y piensos, así como para la producción industrial y energética. También abarca el uso de procesos biológicos en unas industrias sostenibles".
"Para hacer frente al crecimiento de la población mundial, al rápido agotamiento de muchos recursos, al aumento de la presión sobre el medio ambiente y al cambio climático, Europa necesita cambiar radicalmente su manera de producir, consumir, transformar, almacenar, reciclar y eliminar los recursos biológicos". Así comienza el texto de la estrategia de la Comisión Europea ‘La innovación al servicio del crecimiento sostenible: una bioeconomía para Europa', aprobado en 2012 y que marca las líneas de acción en temas tan delicados como la pesca o las energías renovables.
El plan tiene tres pilares:
Las inversiones (comunitarias, nacionales y privadas) en investigación e innovación en bioeconomía.
El fomento de los mercados y la competitividad en estos sectores.
El refuerzo de la coordinación entre los agentes implicados a través de mesas de trabajo periódicas.
Desde 2012 ha pasado mucho tiempo y por eso ya se trabaja en evaluar los resultados para planificar la siguiente fase. En noviembre de 2017 se celebró una reunión en Bruselas del panel europeo de bioeconomía del que salió un manifiesto apostando por profundizar en las líneas de trabajo establecidas hace cinco años.
Seguro que has oído hablar de la biomasa. Se trata de materia orgánica que se utiliza como fuente de energía. El producto más conocido de este tipo son los pellets, esas pequeñas bolas de madera compacta que se utilizan como combustible en cierto tipo de calderas. Se producen a partir del serrín y de otros restos de la industria maderera. Por tanto, se reutilizan desechos para producir energía. Es un ejemplo claro de bioeconomía.
Pero podemos pensar también en toda la industria del reciclaje. Si te has acostumbrado a llevar el aceite usado a un punto limpio y las pilas a su correspondiente lugar de recogida, has iniciado un camino en el que, gracias al trabajo de muchas personas en distintos procesos, concluye con nuevos productos en las estanterías del supermercado. Esos empleos, esa transformación y las compraventas intermedias van a la cuenta de la bioeconomía. Su huella ya está en nuestro presente con el objetivo de dotarnos de un futuro más sostenible.
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