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23/08/2019
Finalizamos esta serie sobre el anecdotario, que se nutre con las historias humanas que, a diario, se viven en las oficinas en la entidad. Si las entregas anteriores se caracterizaban por arrancar sonrisas ante situaciones curiosas, divertidas o anecdóticas, hoy queremos compartir otras situaciones que muestran el lado más humano de las relaciones con los clientes y ponen en valor nuestra cercanía con ellos.
Tiempo de lectura: 3 minutos
Anecdotario, capítulo 4: Sabor a Bankia
Nos contaba una compañera, por ejemplo, su relación con un matrimonio mayor que acude a la oficina, ella en silla de ruedas y con alzheimer. En su primera visita, la mujer se quedaba dormida durante la conversación. En la segunda visita, la compañera salió de su puesto, se sentó junto a ella, le cogió la mano y, elevando la voz (por los problemas de sordera de la clienta), le gritó "Amparooo, que estás muy guapaaaa"... Su sonrisa le hizo saber que la mujer le había entendido.
Nuestra compañera Patricia es una de las personas más activas a la hora de trasladarnos sus vivencias en la oficina y el lado más emocional de sus relaciones con los clientes. Entre sus historias, quizás la que más me llegó fue esta, que transcribo literalmente con sus propias palabras:
- Llamadas recibidas, jueves a las 16:30. - "Bankia, buenas tardes. Soy Patricia". - "Hola Patricia, yo soy María. Te llamo porque estoy sola y necesito desahogarme". - ¿Qué te ha pasado María? - "Pues que me han traído un colchón unos chinos y se lo han tenido que llevar porque no me llega el culo al subirme. Luego me han traído otro y también se lo han llevado. Además, mis sobrinos y las cosas de la familia, que están todos bobos... jajajaja (....) Patricia, ¿te vas a quedar? Dime que no te vas a ir a otra oficina... ¿está lloviendo, Patricia?" - "No, María hace un día espléndido, ve y abre la ventana...". María tiene 86 años, está sola y de vez en cuando nos llama. Ya lo advierte: "No quiero nada, solo desahogarme". Como bien dice Patricia, es triste la soledad... "pero mira, Bankia tiene no sólo oído.... sino también corazón. Que pases buena tarde María".
La soledad también era protagonista en la anécdota de un cliente que pidió que le cambiaran el tipo de póliza, ya que seguramente había un error y estaría pagando de más. "Es que pone que es un seguro de Mapfre Familiar. Y yo no tengo familia. Vivo solo".
Finalizamos con nuestros clientes más jóvenes, que también nos hacen vivir historias emotivas y divertidas a la vez. Es el caso de un compañero que nos contaba que, tras ofrecer un globo promocional a una niña pequeña, cuando el padre le dijo a la niña: "¿qué se dice?", ésta miró muy seria al empleado y le lanzó: "¿me lo inflas?". Aún suenan las risas en la sucursal.
Otro caso fue el de Pedrito, un niño de siete años que no paraba de interrumpir a su madre, quien había preguntado las condiciones para una cuenta de crédito. El empleado ofreció entonces al niño un caramelo y el bueno de Pedrito, tras mirar detenidamente el envoltorio, preguntó algo extrañado: "¿sabe a Bankia?".
En fin... sabor a Bankia. Espero que ese haya sido el regusto de este breve resumen de las miles de anécdotas que se viven en una oficina y que no se pueden contabilizar como una tarjeta, un fondo o una hipoteca, pero que muestran y ponen en valor los aspectos que refuerzan de verdad el compromiso de los profesionales de Bankia y la fidelidad de nuestros clientes. Orgullosos, muy orgullosos, de ambos
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